Notas Acusmáticas
Por Dení Leds
En L.E.D.S. (Light Experience & Dynamic Sound) tenemos la filosofía de que cada tocada será la mejor de nuestras vidas, no por arrogancia, sino por una cuestión elemental del sentido de la vida humana que se basa en la solidaridad y empatía. Compartir durante media hora tu música dejando todo en el escenario, con un público que acude gustoso a verte o con aquél que te conoce por primera vez y que por igual te regala un poquito de su arrojo, es tan satisfactorio que las palabras no alcanzan para describirlo.
Pero no sólo se trata del compromiso de un grupo de músicos para demostrar su creación al mundo, sino de esa energía que provoca una conexión invisible entre todos los presentes. ¿Cómo se describe ese vínculo recíproco? No tiene nombre. Algunos lo llaman simplemente “conexión”, otros lo identifican como “éxito musical”. Who knows.
Lo que sí tenemos claro los que hemos experimentado la alegría, la euforia, la unión efímera que se genera en un auditorio cuando decenas, cientos o miles de personas se reúnen para escuchar a una banda y sentir la retroalimentación del escenario hacia el público y viceversa; es que ese sentimiento colectivo a través de la música es sublime y es parte de lo que nos hace humanos.
Ese calor de las masas –y no me refiero a todos los cuerpos transpirando encerrados en un mismo lugar, sino a la calidez del aura humana- se pierde en la inmensidad de la urbe cuando llega la jornada godín. Esos sentimientos de solidaridad y empatía que surgen por igual ante la desgracia o el esparcimiento colectivos, quedan sepultados en la cotidianeidad del ir y venir.
¿Por qué compartimos con chacoteo entre desconocidos en un concierto de rock pero no somos capaces siquiera de dar los buenos días al vecino? ¿Por qué no podemos ayudar a una persona que es aventada al suelo en el metro por la aglomeración urgida de llegar a su destino? ¿Por qué no podemos cumplir y llegar al lugar y hora acordados? ¿Por qué no podemos ser ordenados, limpios y sensatos en lo que respecta a cuidar nuestro hogar, el planeta Tierra?
La informalidad se ha convertido en algo normal. El que llega a tiempo a una cita ya es visto como un bicho raro. Se extrañan cuando en el trabajo les llaman la atención por llegar 5 minutos tarde y se molestan porque no los dejan salir temprano. Se asombran cuando alguien pregunta por qué no hubo asistencia a una invitación cuando existía una confirmación de por medio. ¿Por qué no simplemente decir “no puedo” o “no quiero”? Creen que negarse justificadamente significa ser informales cuando no hay nada más falso.
En el sector de la música independiente la informalidad es de lo más común, lo cual no lo convierte en algo correcto. No porque la masa se tire al precipicio significa que debas hacerlo tú también. Amigos, conocidos, fans e incluso especialistas de la música (medios de comunicación, concretamente) fallan una y otra vez al comprometerse en algo que a la mera hora no cumplen. Es más, creen que con “dejar en visto” es suficiente para entender una respuesta. No obstante pensando que no pasa nada, olvidan que además de no cumplir, vulneran su propia persona y le hacen un mal a la sociedad.
No es exageración, es una realidad. ¿O acaso está bien llegar tarde? ¿Acaso está bien no entregar a tiempo un trabajo? ¿Qué me dices de utilizar los estacionamientos para personas con capacidades diferentes o pararse estorbando? ¿Qué tal pasarse un alto o ir en sentido contrario? ¿Qué tal tirar basura en la calle o “barrerla” hacia la banqueta de enfrente? ¿Qué tal si no recoges las heces de tu perro? ¿O quizás sea buena idea aventar la colilla de tu cigarro sin fijarte en dónde cayó? ¿Acaso está bien utilizar un servicio de bicicletas y dejarla en un lugar prohibido o a kilómetros de su área de función?… Cuando ya no haya bicis no suspires, porque tú mismo la dejaste en un lugar que no correspondía.
Te quejas de las reglas pero tú mismo no las cumples. Así empezamos, de poquito en poquito y al rato te conviertes en aquello que tanto criticabas. Se habla de los “chaquitas” y otros adjetivos despectivos sin un mínimo sentido de solidaridad y empatía para intentar comprender el porqué de su actuar, hasta que de pronto ya eres uno de ellos. ¿Cuánto falta para que te robes algo porque “no pasa nada”? ¿Cuánto falta para que empieces a hacerle daño directo a los seres vivos –porque indirecto seguramente ya lo haces con tus malos hábitos-? Se empieza por dañar el entorno, luego a los animales y después a las personas.
Pero todo surge con la informalidad de la gente. Falla en lo más elemental, como quedar en algo y no cumplirlo, y al rato eres aquello que más odiabas. La falta de empatía y solidaridad es lo que detona esta actitud transgresora que sólo hace daño a la sociedad ¡de la cual formas parte! No puedes aislarte del mundo, tenemos que sobrevivir todos juntos.
Estoy de acuerdo, hay algunas reglas absurdas impuesta por la clase dominante que hay que romper, pero no así los principios que hicieron posible la civilización, es decir, vivir con las comodidades a las que estamos acostumbrados. La única manera de romper con este círculo vicioso es procurando con nuestros actos dar todo de nosotros y recrear esa atmósfera de conexión con la sociedad que se vive en los conciertos de rock, ante un Mundial de futbol o ante un siniestro, que es cuando se sienten más fuertes la empatía y solidaridad humanas que llevan a la convivencia.
Recalco una vez más la necesidad imperiosa de que los artistas y los que vivimos inmersos en ese ambiente (incluyendo por supuesto a los medios de comunicación y al público que gusta de ello), nos entreguemos en cuerpo y alma a desarrollar día con día esa actitud proactiva que contagia con la calidez de una sonrisa sincera, de un abrazo fraterno, de ayudar al prójimo, de enseñar a quien requiere aprender, de entender las necesidades de los demás, de exhortar al bienestar común, de compartir las experiencias con simpatía y conectar los unos con los otros.
Somos más los buenos, ¿no?, y artistas hay muchos. Entonces, si somos músicos hay que recordar en cada oportunidad ser un buen ejemplo. Todos en general podemos empezar por cumplir con nuestra palabra, generar hábitos saludables, preocuparnos por nuestro entorno y así recuperar conjuntamente el sentido de la vida en sociedad, con empatía y solidaridad.