Notas Acusmáticas
Por Dení Leds
Los promotores, medios de comunicación y plataformas digitales completan la lista de los explotadores
En las entregas anteriores describí algunas de las inclemencias que los músicos independientes tenemos que sufrir para presentar nuestro arte. Un modo de vida que es mal visto en algunos sectores y que carece por completo de apoyo o seguridad social, en un mundo donde paradójicamente la sensibilidad artística hace más falta que nunca.
Los primeros en la lista de abusadores son los estudios de grabación y sus respectivos productores (hablé de ellos en la parte 2), quienes lejos de realizar bien su trabajo para ayudar a encontrar la excelencia musical de los jóvenes músicos que acuden a ellos, los explotan para su propio beneficio sin siquiera asesorarlos a difundir adecuadamente su creación.
Los que siguen son los llamados “promotores culturales”.
Estos personajes son de los más abusivos. La venta de boletos es sólo una mínima parte de sus fechorías, pues en muchos casos se disfrazan de “casas productoras”, “sello discográfico”, “asesoría artística” o un sinfín de eufemismos con los que atrapan a los artistas que buscan difundir su material.
A través de contratos obligatorios en los que los músicos son los que deben de pagar por los “servicios” que ofrecen los “promotores” por un determinado tiempo, en la mayoría de las ocasiones no se consiguen los objetivos planteados y los artistas terminan nuevamente haciendo todo el trabajo de difusión de su música sin poder cobrar un sueldo que les permita vivir de su creación.
Los “promotores” son unos lengua-larga. Prometen a los músicos independientes que les darán los contactos más preciados para tocar en tal lugar, para que los entreviste no sé quién y para que su música sea miles de veces reproducida en las plataformas, pero en realidad sólo les dan atole con el dedo para exprimir el poco o mucho dinero que puedan conseguir los artistas.
Estos “promotores” no creen en el arte, sino en el dinero. Un verdadero promotor cultural debe ser una persona apasionada por el arte y que crea en el proyecto de los artistas independientes que pretende representar. Debe ser alguien sensible a las necesidades del artista y que entienda que no se puede jugar con los sueños legítimos de un músico por querer ser escuchado.
La lista negra la completan los medios de comunicación.
Los que deberían ser los principales aliados de los músicos son los medios independientes. El lema “crecer de la mano y apoyarse” desgraciadamente queda en la basura, pues los periodistas o comunicólogos que se dedican a “difundir” la música independiente de igual manera actúan como unos bullys contra los artistas. Por supuesto y como siempre lo he dicho, en todos los casos hay honrosas excepciones.
En mi experiencia con L.E.D.S. (Light Experience & Dynamic Sound) he tenido la oportunidad de presentar nuestro proyecto en más de 80 medios independientes de comunicación, tanto mexicanos como extranjeros, de los cuales podría decir que el 50% fueron buenas entrevistas, es decir, periodistas que se tomaron la molestia de escuchar nuestra música y leer nuestra biografía antes de recibirnos. La otra mitad se trata de personas sin escrúpulos que únicamente nos utilizaron, así como a muchas otras bandas, para llenar su espacio y tener algo qué ofrecer ese día en su programa, pero no por convicción ni porque creyeran en nuestra música.
Se trata de personas que no toman en serio su profesión periodística y de paso pisotean a los artistas que confían en ellos para difundir su proyecto. Y que quede claro, lo dice una comunicóloga con 15 años de experiencia en el medio: abrir las puertas de un programa no es suficiente. Si vas a hacer una entrevista, lo menos que tienes que hacer como periodista es saber con quién estás hablando. Es lo primero que te enseñan en la carrera.
Es increíble que haya personas que ni siquiera estudiaron Comunicación que hagan mejores entrevistas que muchos “profesionales”. Y aquí lo que vale la pena resaltar es el respeto que le dan a las bandas independientes. He conocido muchísimas personas a través de los medios de comunicación independientes que se desenvuelven con profesionalismo y con admiración por el arte. Esos son los medios que valen la pena, así tengan decenas o miles de seguidores.
Lo peor es que los medios se las quieran dar de “promotores” sin ofrecer los mínimos requisitos a las bandas para poder tocar. Hay muchos que realizan eventos con la presunta finalidad de difundir la música de quienes han pasado por sus programas. Claro que la idea es apreciable, pero si vas a hacer algo, hazlo bien.
Hay quienes prometen tal o cual súper equipo para tocar, llegas el día del evento y ni siquiera hay sonido disponible o los organizadores llegan tarde. Hay quienes ni siquiera se preocupan por saber el nombre de la banda.
Esta experiencia tan frustrante debe ser denunciada, porque no se vale jugar con el tiempo de los músicos independientes ni con sus expectativas, mucho menos cuando no se les remunera por su trabajo artístico, sino que se les “invita” a que “colaboren” en los eventos con el pretexto de difundir su música. ¿A qué costo? Las bandas pasan por muchísimas severidades para llegar a un sitio, arriesgando sus instrumentos -que no cuestan dos pesos-, su integridad y su reputación al presentarse y no poder tocar debido a la mala organización de quienes sólo usan a las bandas para sus eventos.
Distribuidores digitales
Finaliza esta serie de entregas con el abuso de los llamados “distribuidores digitales”, servicios que son contratados por los músicos independientes para difundir su música en las distintas plataformas como Spotify y similares, generalmente a distancia o digitalmente, es decir, sin sostener un trato directo con alguna persona que se haga responsable por estos servicios de los cuales se paga por anticipado y sin tener ninguna garantía de que la música será distribuida correctamente.
Inclusive en muchos casos se cometen errores de adjudicar algún álbum a otra banda nada más porque su nombre suena similar, o cuestiones que simplemente no deberían suceder, pues se trata de algo delicado. Por eso existen los derechos de autor y una serie de leyes que protegen el trabajo creativo.
Sin embargo, a los distribuidores digitales se les hace fácil cobrar por subir la música a estas plataformas y después no te dan ningún seguimiento en caso de que exista algún error. Nadie se hace responsable.
Para concluir:
¿Quién puede dar certeza a los músicos independientes? ¿Quién puede proteger sus derechos como artistas, que lo único que desean es difundir su proyecto, su creación, sus sueños? ¿Quién debe castigar a aquellos abusadores que se aprovechan de estas lagunas para explotar a los músicos?
Yo sinceramente espero que este tipo de denuncias sirvan para crear conciencia y que la sociedad trascienda a un nivel en el que el arte sea visto como un bien necesario, como una vía de denuncia, como una vía de escape y de sensibilidad. Los músicos independientes merecemos ser tratados con dignidad y respeto, como ocurría en sociedades antiguas donde los artistas en general eran venerados y protegidos. Empecemos por cambiar nuestra visión de que los músicos independientes son presa fácil para sacar dinero y en su lugar admiremos y apoyemos el arte. Sin música no hay fiesta, no hay baile, no hay paz.