En días recientes he visto una convocatoria que pide reunir bandas para participar en un festival colectivo de música independiente. La dinámica: concurso de likes. Ello me llevó a una reflexión sobre estos sucesos, pues ahí bien puede visibilizarse uno de los vicios constantes que estancan nuestra muy perseverante escena emergente.
Los promotores de conciertos (concediéndoles el derecho de llamarse así) se preocupan hoy por la organización de sus eventos, y muy poco por la promoción de los mismos. No es un error exclusivo; a los artistas les pasa igual: todo el presupuesto destinado a grabar en el mejor estudio, con el productor más rimbombante del momento; y migajas de pan para la planificación de difusión y gira de medios.
Decíamos: los promotores le apuestan a que las bandas que resulten seleccionadas de su proceso de curaduría (booking, en la jerga de la industria) garanticen que el evento será un éxito en cuanto a asistencia de público.
Expectativa: ¡Tiene lógica! Si una banda logra 300 likes en un comentario, es porque mucha gente respondió a su convocatoria; y por lo tanto irán a ver a la banda que apoyaron, en el evento en el cual lo hicieron.
Realidad: ¡No tiene nada de lógica! La mayoría de esos concursos están llenos de likes de amigos de la banda a quienes el género en cuestión les importa nada. Respondieron al llamado luego de una extensa campaña de spam con mensaje copy-paste a los cuales sólo se les cambió el nombre de a quien se estaba contactando.
Promotores: las bandas independientes NO TIENEN un público; QUIEREN GENERARLO.
Sí: hay mucho trabajo que ellos como bandas tienen que hacer para lograrlo, pero hay otro muy importante que los eventos deben realizar para lograr hacer rentable la organización de festivales independientes.
Concíbanse como cabezas de un producto (el festival) que hay que lograr vender sí o sí. Las bandas tienen que anunciarse y hacer su propia publicidad, pero el evento también tiene que hacerlo: juntos, tienen que lograr vender (y que les compren) la idea de que lo que ofrece ese evento es música de calidad, o distinta, o alternativa, o estruendosa, o emocionante, o lo que sea.
Debemos dejar de dar lástima rogando que se “apoye” a la escena, y empezar a trabajar para construirla, segmentarla y posicionarla como un producto de satisfacción humanista cuasi espiritual.
¿Hay potenciales consumidores de nuestros productos? Sin duda alguna. ¿Les hemos sabido llegar? No parece.